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¿QUÉ BUSCA CHILE? antes del fallo de la Corte de la Haya (segunda y ultima parte)

Publicado: 2012-03-16

  

 La política y la Estrategia Militar en Chile

En esta segunda parte abordaré cuáles son las relaciones que se vienen dando, antes del fallo de La Corte de La Haya,  entre la conducción Política Nacional (responsabilidad del presidente Sebastián Piñera, en su calidad de estadista) y la Estrategia Militar (a cargo del Jefe del Estado Mayor Conjunto y como tal responsable de conducir las operaciones militares).

Y cómo es que – a mi criterio - los estrategas chilenos conciben cuál podría ser el curso de acción que deberían adoptar en el escenario actual. Así como las medidas que tendrían que realizar sus FFAA con la finalidad de anticiparse ante una sentencia que les sea adversa.

Doctrinariamente corresponde a la Política Nacional conducir y dirigir la preparación y desarrollo de la guerra, manteniendo la supremacía sobre la Estrategia Militar, la cual debe adecuarse a los lineamientos de la dirección política. Ello, porque las consideraciones políticas priman sobre la Estrategia Militar.

Dentro de esa línea de pensamiento doctrinaria, la Estrategia Militar se encuentra estrechamente condicionada por la política. La Política Nacional decide y la Estrategia Militar obedece. La primera, traza la orientación y designa el objetivo que debe alcanzarse; la segunda, emplea la fuerza militar de acuerdo a la orientación impartida para lograr el objetivo impuesto ya sea por la victoria de las armas o la amenaza de su empleo.

En consecuencia, dirigir la guerra, es un atributo exclusivo del gobernante, a quien incumbe preverla, definir su finalidad, guiarla de acuerdo a los requerimientos del objetivo político, cuya determinación y actualización es también de su responsabilidad.

Mientras que la Estrategia Militar, es la ciencia y el arte de emplear las Fuerzas Armadas para alcanzar los objetivos de la Política Nacional, a través del empleo de la fuerza militar o la amenaza de su empleo (la disuasión), cuya tarea esencial será determinar objetivos militares y cursos de acción para lograrlos. En virtud de lo cual debe combinar las acciones aéreas, navales y terrestres en función del planeamiento estratégico.

Por lo expuesto, cabe afirmar que en Chile las relaciones entre la Política Nacional y la Estrategia Militar se dan bajo el principio doctrinario de “Unidad entre la Política y la Estrategia Militar”. Debiendo entenderse por unidad de estas relaciones la propiedad mediante la cual ambas no pueden ni dividirse ni diverger ni ser antagónicas. La unidad significa que sólo hay un pensamiento principal, generador de todo cuanto se haga: alcanzar el objetivo político en función de los objetivos nacionales. 

Objetivo político del gobierno chileno

Para Chile, el objetivo político sería no ceder soberanía marítima sobre la zona materia del referido proceso contencioso. Esto, basado en los lineamientos establecidos en el “Libro de la Defensa Nacional de Chile 2010”, en donde se precisa que la supradicha demanda de Perú, insisto, no tiene méritos ni fundamentos.

¿Por qué?

Porque consideran que es un mar de su propiedad desde hacen más de 50 años, y por ello es inaceptable ceder soberanía marítima, en menor o mayor grado.

De acuerdo a ello, Chile habría fijado su objetivo político en adecuada concordancia con los medios disponibles por parte de la conducción estratégica militar.

En esa línea de pensamiento, las consideraciones políticas tendrían que haber impuesto al poder militar y operacional, una finalidad, reitero, que es concordante con sus posibilidades militares. Eso, poniendo de manifiesto la necesidad de mantener el predominio de la política sobre la estrategia militar.

En el campo de la estrategia militar, el factor sorpresa y el uso de la iniciativa les brindaría ventajas, si el objetivo sería tratar de sacar el litigio del ámbito de la Corte de La Haya, y colocarlo en otro escenario.

Y así poder estar en mejores condiciones en la mesa de negociaciones, obteniendo una situación militar favorable, de manera que al intervenir las cinco grandes potencias permanentes del Consejo de Seguridad, se mantendría el statu quo de ese momento. Con lo cual Chile ganaría y Perú, perdería.

De acuerdo a una Apreciación Político – Estratégica Nacional que tendría que haber formulado el Consejo Superior de Defensa Nacional de Chile (CONSUDENA), al analizar la situación actual de la demanda incoada por el Perú, es previsible se hayan dado cuenta que la diplomacia chilena cometió un gran error  al rechazar, en su oportunidad, la petición peruana de negociar directamente el problema del diferendo limítrofe marítimo.

De haberlo aceptado en ese momento, ya no estarían ahora litigando ante la predicha Corte cuyo fallo – es previsible - le dará la razón al Estado peruano. Ya sea en todo o en parte, de la pretensión incoada. En cualquiera de estos dos extremos, Chile pierde, reitero, en mayor o menor escala.

Frente a dicha situación preventivamente, el Sistema de Inteligencia Nacional peruano (SINA), debería disponer de una inteligencia predictiva de enorme precisión, la misma que tendría que proyectar cuáles serían los posibles escenarios de riesgos y amenazas a nuestra Seguridad Nacional, estableciendo las formas de acción que podría adoptar Chile en esta coyuntura.

Ahora bien, brindando un aporte al SINA, y a la DINI como su Órgano Rector especializado, en base a mis conocimientos y experiencia acumulada como analista de inteligencia estratégica, utilizando el método de los escenarios, concibo como realidades posibles, la situación que a continuación detallaré.

Si los estrategas chilenos tendrían como finalidad salirse del proceso contencioso en giro, y siendo sabedores que el Perú se encuentra en un estado de indefensión frente a Chile, así como nuestra FFAA no tiene capacidad de disuasión militar, considero habrían diseñado un conjunto de posibles formas de acción – como hipótesis de contingencia – que podrían implementar, de menor a mayor intensidad, en función de cómo se desarrollaría la situación.

¿Cuáles serían esas posibles formas de acción? Veamos

Primero, buscar un acercamiento diplomático con Perú para tratar de negociar directamente, proponiendo beneficios mutuos, pero, sin cesión de soberanía. 

Segundo, de no prosperar la primera alternativa, podrían provocar un hipotético incidente armado con Perú, utilizando la gran capacidad militar que disponen actualmente.  

Tercero, de no lograr la finalidad prevista con cualquiera de las dos primeras formas de acción, podrían ejecutar una hipotética acción relámpago contra nuestro territorio, buscando la conquista o captura de un objetivo limitado lo más cercano a la línea de frontera para tratar de alterar el escenario jurídico ante La Haya. 

Cuarta, como última y máxima forma de acción, de la mayor intensidad prevista, sería hipotéticamente buscar la “Parálisis Estratégica” del Perú, con la ejecución de un posible “Plan de Ataque Aéreo” en profundidad.

Con relación a la primera forma de acción, considero que no sería viable debido a la firme decisión peruana de ceñirse estrictamente a lo que resuelva, en su oportunidad, el supradicho órgano jurisdiccional supranacional. De plano quedaría descartada.

En cuanto a la segunda forma de acción, considero que estando a la gran Potencia Combativa Relativa (PCR) que han logrado alcanzar las FFAA de Chile, con su moderno sistema de armas, se encuentran en la capacidad de realizar presuntamente una provocación inducida en cualquier punto de nuestro territorio.

Para ello, sólo les bastaría con emplear los aviones no tripulados Hermes 900, conocidos como “Drones” y técnicamente como UAV; los submarinos clase Escorpene y los aviones cazabombarderos F-16.

¿Con qué propósito?

Para que las FFAA peruanas, en aparente salvaguarda de nuestra soberanía, se vean impulsadas a responder antes una acción hostil y caer en la provocación, a fin de que el diferendo marítimo tenga otra solución , echándole la culpa de todo a Perú.

Respecto a la tercera forma de acción, tenemos como un hecho objetivo que ante la posibilidad que con la supuesta provocación inducida Chile no logre el efecto deseado, la estrategia militar podría decidir pasar a la siguiente fase. Esto es, realizar una hipotética acción relámpago contra territorio peruano en la búsqueda de una prenda remunerativa que les permita posteriormente negociar.

Para este supuesto caso, debemos tener presente que la línea de pensamiento que guía a la estrategia militar chilena, propugna como una de sus vigas maestras “que la subordinación de un Estado a otro se puede dar mediante el uso de la fuerza”.

Ahora bien, doctrinariamente una acción relámpago se caracteriza por ser “breve” y “violenta”. Estratégicamente se prepara en secreto y se realiza tomando la iniciativa[1].

La condición de “breves” se refiere a su corta duración, pues están planeadas para buscar la definición en plazos muy cortos.

La condición de “violentos” resulta de la corta duración, por el empleo, en reducido tiempo y espacio, de poderosos medios de lucha (armamento utilizado). Lo cual se traduce sólo en la confrontación de potenciales militares.

Esto permite concretar la rápida obtención del objetivo político buscado, obligando a la parte vencida a negociar en condiciones desfavorables por las apreciables ventajas militares del vencedor.

Sobre la cuarta e hipotética forma de acción, la menos posible de materializarse, sin embargo, desde la perspectiva de una teoría operacional como modelo doctrinario para ser tomado en consideración en el supuesto caso de no obtenerse un resultado favorable – en función del objetivo político – fijado por la conducción Política Nacional y la Estrategia Militar chilena, no les quedaría otra alternativa de buscar la “Parálisis Estrategia” del Perú con la ejecución de un posible “Plan de Ataque Aéreo” en profundidad sobre nuestro territorio.  

Recordemos que después del ataque perpetrado el 11-S por la red terrorista Al Qaeda, en New York y Washington, en los predios de las comunidades de inteligencia se acuñó como un principio doctrinario la frase: “cuando lo impensable sucede”. Pues bien, salvando las distancias como las diferencias, y tomando como un hecho objetivo esos terribles sucesos, “lo inimaginable podría suceder”. Nada se puede descartar en el campo de la inteligencia predictiva.

Por lo tanto, habría que prepararse para poder afrontar este escenario. Pues doctrinariamente no resultaría descabellado tener como una supuesta posibilidad, que la Estrategia Militar tendría previsto emplear su poder aeroespacial e información, para actuar contra el Perú – principalmente – con sus aviones cazabombarderos F-16. 

Y producir con ello efectos políticos y militares en la relación estratégica peruana – chilena, aprovechando que no existe – ni por asomo – disuasión mutua entre ambos países debido al desequilibrio militar que hay por la abrumadora superioridad de sus FFAA.

La “Parálisis Estratégica” se logra con la ejecución de ataques aéreos en profundidad y con precisión contra objetivos militares vitales incapacitando y reduciendo el potencial militar del país atacado. Ello, con la finalidad de paralizarlo en el menor tiempo posible – debido a la influencia de la coyuntura internacional – la aptitud de seguir en el conflicto.

 El concepto doctrinario de campaña aérea está centrado en atacar blancos sustanciales y funciona con éxito desde una perspectiva técnico – logístico debido a las siguientes características que tiene la Fuerza Aérea de Chile[2].

Primero, por disponer de aviones con alto grado de tecnología que pueden lograr la supremacía aérea.

Segundo, por disponer de sistemas de reconocimiento y guerra electrónica de última tecnología implementada en los aviones de combate.

Tercero, por disponer de sistemas IFF (identificación avión amigo - enemigo) en todas sus aeronaves.

Cuarto, por disponer de sistemas de armamento de precisión y alta tecnología.

Quinto, por disponer de sistemas de comando, control, comunicaciones, computación, inteligencia, vigilancia y reconocimiento.

 De acuerdo a la doctrina moderna, un ataque aéreo en profundidad busca como grandes objetivos estratégicos la destrucción o neutralización de todas las bases aéreas y las máximas estructuras de comando y control (Centros de comando, control, comunicaciones e inteligencia) del país contrario.

Esto, para alcanzar muy rápidamente una victoria a través de la aplicación de un poder aéreo tecnológicamente superior.

Ello, requiere disponer de unas fuerzas armadas que tengan – como las de Chile – las características estratégicas y operativas siguientes:

Primero, estar bien equipadas.

Segundo, estar bien entrenadas.

Tercero, estar hábilmente balanceadas.

Cuarto, tener propósitos estratégicos definidos.

Quinto, estar expeditas para actuar.

Sexto, estar siempre listas para operar.

Ahora bien, considerando el supuesto escenario descrito párrafos ut supra, le correspondería a la inteligencia estratégica – bajo los principios doctrinarios de racionalidad y  proporcionalidad- cumplir un rol eminentemente preventivo para poder anticiparse proyectando los posibles escenarios de riesgos y amenazas que podrían acontecer y afectar la Seguridad Nacional del país.

Eso significa que esta clase de inteligencia – de nivel Estado – debería de actuar con criterio proactivo frente a los escenarios que podrían darse en un futuro, y no después de haberse presentado.

Ello, es previsión. Y es lo que correspondería a los analistas que laboran en la DINI, si son profesionales. De lo contrario serían diletantes o meros aprendices. Pronto sabremos si son lo primero o es lo último.

En otra línea de pensamiento, es evidente que la culminación de dicho proceso contencioso y el acatamiento de la sentencia que pueda dictar La Corte de La Haya, empieza a producir una mayor sensibilidad así como una situación de aparente efervescencia en la opinión pública.

Lo cual, por cierto, no es compatible con el estado de las buenas relaciones que se dan en diversos niveles entre Chile y Perú. Por lo que actualmente no habría razón para que exista un clima de desconfianza en torno al caso de La Haya.

El mejor testimonio de ello, son las reiteradas expresiones públicas de los dos jefes de Estado, de sus respectivos cancilleres y de los embajadores acreditados en ambos países de que el fallo será cumplido a cabalidad por Chile y Perú.

Ojalá así sea. Ello, para poder iniciar una nueva fase en nuestras relaciones bilaterales, en cuyo marco la inteligencia estratégica peruana habría cumplido a plenitud con sus fines, si desde ahora actúa proactivamente.

 [1] Mercado, Edgardo: “Seguridad Política y Estrategia” Lima, 1974. p. 111. 

[2] Buendía, Eduardo: “Halcones al Acecho”. Lima, octubre 2010. p. 280

por Montesinos Torres, el Viernes, 17 de febrero de 2012 a la(s) 20:49 ·

 


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